La modernidad, la guerra y lo absurdo de la historia
En-claves del pensamiento
Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, División de Humanidades y Ciencias SocialesEl propósito de este trabajo es trazar los límites de la conciencia histórica de la modernidad, para lo cual reconstruiremos las investigaciones y reflexiones que al respecto desarrolló Reinhart Koselleck desde la memoria estética, la historia conceptual, hasta la historia y sus temporalidades. Para este historiador las guerras motivadas políticamente constituyeron el eje fundamental para la fundación de la conciencia histórica de la modernidad. La muerte sistemática y masiva de población civil en la Segunda Guerra Mundial marcó un límite a la fundación de este sentido histórico de las guerras exponiendo el fondo absurdo de la historia. Para entender este límite de la historia resulta central recuperar las expresiones icónicas en los diversos monumentos que se han ido creando en memoria de los muertos por las guerras y el Holocausto. Esta experiencia del absurdo tiene su paralelo en la forma de comprensión de la historia.

			La reflexión sobre la experiencia de la muerte ha acompañado a la vida humana desde siempre: las explicaciones sobre el tránsito más allá de la vida, la institución y la fundamentación de los modos de asegurar este tránsito (ritos de pasaje), los mitos del mundo después de la muerte. A estas configuraciones de sentido se agregan los ritos de paso al más allá, que son una práctica común a todas las sociedades. La omnipresencia de la muerte en la vida se ve expresada en las palabras de Inocencio III: 'Morimos mientras vivimos y sólo cuando dejamos de morir, dejamos de vivir'.

			

				

				

					
En la medida en que el Holocausto en tanto
La investigación de Koselleck, en principio sobre los monumentos a los muertos, pero a la vez su conexión con sus investigaciones sobre la modernidad, las filosofías de la historia y la historia como reflexión en torno a las diversas dimensiones temporales y experienciales del hacer humano nos permiten reconocer las diversas luchas por la memoria y la historia sin coartadas reduccionistas. Éste es el objetivo de este trabajo, por lo cual procederemos primero a aclarar la articulación entre conceptos y experiencias, y en particular en la elaboración icónica de las mismas. A continuación, recuperaremos las elaboraciones en torno a la modernidad, tanto en su experiencia (temporización) así como en sus elementos estructurales (politización, ideologización y democratización), los cuales también tienen su expresión en la historia icónica de los monumentos de guerra. A partir de la Segunda Guerra Mundial, la elaboración de los monumentos dedicados a la población civil configuró un contrapunto a la fundación de sentido de los monumentos modernos. Este contrapunto subrayó el carácter de absurdo de dichos acontecimientos, es este carácter de absurdo que por último vamos a desarrollar, pero esta vez desde la discusión de la búsqueda de sentido en la historia a partir de la operación reflexiva de la historia. 
			 
				 
				En el lenguaje alemán se utilizan dos términos diferentes, uno para hablar de historia acontecida o efectual [Geschichte] y otro para hablar de la historia narrada [Historie], diferencia que se puede realizar en español adjetivando el término historia. 
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		A la historia conceptual se le ha cuestionado el privilegio dado a la expresión textual, sin embargo, Koselleck llamó tempranamente la atención sobre la relevancia de otros registros expresivos además del lingüístico. Esto lo desarrolla al discutir el privilegio del texto que caracteriza a la hermenéutica, pero también al acentuar la necesidad de recurrir a elementos iconológicos en la investigación histórica.

			Una historia conceptual comprehensiva necesita no sólo dar cuenta de los textos, sino también de las acciones colectivas y de las imágenes, culminando en una historia de los símbolos. Aboga por otorgar más atención científica a la iconicidad de las palabras dominantes. Mediar la ilustración de conceptos con imágenes no sólo hace más claro su alcance y sus relaciones semánticas de lo que podría hacer la escritura, sino que despliega su carga emocional, su naturaleza popular y su poder de interpelación.

			

				

				

					
Si bien el lenguaje acumula experiencia, permitiendo a la vez prever experiencias futuras, su capacidad para integrar el mundo en tanto modo de conocimiento es limitada,

			

				

				Koselleck, al hablar de su experiencia del momento de la caída del III Reich el 8 de mayo de 1945, remite a 'la presencia sensible de la verdad', y a como ésta es menguada por la historia literal de la misma verdad: 'Hay experiencias que se desparraman sobre el cuerpo como masa de lava incandescente y se coagulan allí. Inconmoviblemente pueden volver a hacerse presentes desde entonces, en todo momento e inalterablemente. No muchas de esas experiencias pueden pasar a recuerdos, pero si es así, entonces se basan en su presencia sensible. El olor, el sabor, el ruido, el sentimiento y el campo visual, en suma, todos los sentidos, con placer o dolor, vuelven a despertarse y no necesitan de ningún trabajo de la memoria para ser y permanecer verdaderos […] Ciertamente, hay innumerables recuerdos que he contado y repetido a menudo, pero la presencia sensible de su verdad se ha desvanecido desde hace mucho tiempo. Son para mí sólo historias literarias, sólo puedo darles crédito escuchándome a mí mismo. Pero ya no puedo garantizar la certeza sensible […]. Hay experiencias que no son intercambiables ni comunicables'. Koselleck, en
Los textos por sí solos, afirma Koselleck, no otorgan aquello que es específico de la historia, lo cual es válido para las estructuras de los acontecimientos históricos y aún más para el estudio de los procesos de largo plazo 'que no figuran en ninguna fuente'.

			

				

				
En contraste con las perspectivas textualistas de la memoria,

			

				

				

					
Koselleck subraya que la representación de la muerte juega un papel especial al momento de establecer las relaciones entre lo que es mostrable y lo decible. Si bien se ven los cuerpos de los muertos, la muerte en sí misma no es visualizable, sólo se ve el cuerpo o el esqueleto del difunto, del asesinado. La muerte como tal no es representable si no es gracias a alegorías, es necesario apoyarse, por lo tanto, en el
En la Modernidad, siguiendo a Koselleck, los conceptos históricos fundamentales se tornan relevantes en tanto son 'conceptos-guía del movimiento histórico, el cual, en el transcurso del tiempo, constituye el objeto de la investigación histórica. [...] En cierto modo las fuentes lingüísticas son en su conjunto una única metáfora de la historia acontecida'.

			

				

				

					
Con el criterio de democratización se señala que el lenguaje político comienza a expandirse más allá de los núcleos de la aristocracia, de los juristas y los eruditos, llegando a incluir a las clases instruidas. En cuanto al criterio de la temporalización de los conceptos, éste significa que los conceptos se cargan de una emocionalidad y una expectativa que no tenían antes. El concepto refiere a una meta histórica, a una expectativa, sirve como elemento de movilización a la vez que de integración:

			De este modo se separa, por ejemplo, 'emancipación' del ritmo natural, determinado por la generación, y [se] amplía el significado jurídico de alcanzar la mayoría de edad, referido a las personas, que tenía originalmente, al de la disolución de los privilegios estamentales para finalmente ser un concepto general de futuro, que se puede dotar de distintos significados y que promete no sólo la abolición del poder estamental de carácter personal, sino la de todo 'poder/dominación'.

			

				

				
Otro criterio de estructuración de la Modernidad es la ideologización de muchas expresiones. En tanto la realidad social y sus designaciones dejan de ser evidentes y válidas, muchos conceptos deben de aumentar el grado de abstracción. En función de esto emergen lo que Koselleck refiere como singulares colectivos, de las historias se pasa a
Además de las transformaciones que la Modernidad ha impuesto a los conceptos fundamentales, también las expresiones iconológicas se ven impactadas por este tránsito de época. En particular, Koselleck va a investigar cómo los monumentos de guerra, el culto a los muertos que éstos instauran, se ven afectados, en parte de manera similar que los conceptos, por la historia que se desarrolla a partir de la Modernidad. El sentido recibido de la experiencia de los monumentos de guerra en la Modernidad, más allá de las diferentes reacciones en torno a él mismo, apunta a que el reto del memorial (el reto que significa entender la historia) es algo que sigue siendo compartido. Los 'monumentos que conmemoran la muerte violenta proveen medios de identificación'

			

				

				Koselleck, 'Monumentos a los caídos', 67. El trabajo de Koselleck sobre los monumentos de guerra aparece tempranamente, en 1979, en
Pero Koselleck apunta a algo más preciso acerca de la historia moderna de los monumentos de muertos en las guerras. Estos monumentos siguen las pautas que estructuran la Modernidad detectadas al momento del estudio de los conceptos fundamentales. Koselleck desarrolla su análisis de los monumentos en el tiempo de la modernidad, y esto a partir de dos líneas, primero rastrea la emergencia de una explicación intramundana de la muerte, ya no hay razones trascendentes para la misma, la muerte se explica por razones que son parte de esta vida. Esto lleva a destacar las condiciones finitas de la existencia humana y a la posibilidad de morir o matar como condición de posibilidad de las historias. Pero, por otra parte, la muerte cobra un aspecto igualitario, democrático, la muerte recordada no es privilegio del noble, la muerte concierne al individuo, lo que cuestiona el orden de dominación aristocrático-estamental.

			La función de los monumentos es elaborar la experiencia de los espectadores, darles un sentido de continuidad con el acontecimiento de la muerte, a la vez que una proyección de futuro. Esta proyección de futuro es parte de las transformaciones que dan lugar a la temporalización de la modernidad, incluida la de las utopías a las cuales se asocian las filosofías de la historia, ya sea la revolución, la afirmación de la nación o el progreso de la humanidad. 'Hasta la Segunda Guerra Mundial, todos los símbolos y monumentos funerarios, monumentos admonitorios y sitios de memoria estaban orientados hacia la fundación de sentido [
En lo que respecta al criterio de democratización: 'Al final del siglo XVIII y comienzos del XIX un impulso democrático puede ser visto inequívocamente en el culto político de los muertos. La democratización del culto de los muertos es un proceso de largo aliento que comenzó con la revolución francesa y de alguna manera llegó a una conclusión después de la Segunda Guerra Mundial'. 
			 
				 
				Koselleck, en Oncina, 'Memory, Iconolgy and Modernity', 314-315. 
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			Una experiencia diferente en esta historia iconológica de la Modernidad se desarrolla a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial. Los monumentos dedicados al Holocausto contrastan en el punto de la fundación de sentido, necesario para la constitución de un horizonte utópico: 'Ahora cualquier paisaje iconográfico tiene como su propio tema la imposibilidad de fundar un sentido. En su totalidad, los monumentos dedicados al Holocausto tienen como tema lo absurdo (insensato) como tal'.

			

				

				
Los procesos de temporalización, politización y democratización caracterizan el desarrollo de los monumentos de guerra, los cuales debían de 'satisfacer la sensibilidad política de los observadores supervivientes y las razones de la muerte de los soldados deben coincidir con las razones por las cuales se les debe recordar'.

			

				

				Koselleck, 'Monumentos a los caídos…', 72.

			28 Todo este proceso sólo puede 'describirse como un proceso a largo plazo, que se va articulando de un modo muy diferente, según los diversos paisajes nacionales y confesionales, y que se muestra con muchas colgaduras, vestimentas, innovaciones o reductos cristianos'.

			

				

				
Si bien la muerte a manos de otros humanos en guerras externas o civiles siempre ha tenido un sentido político, para Koselleck sólo cuando desaparece el sentido extramundano, trascendente, de la muerte es cuando ésta cobra un sentido político. En estos casos, la muerte violenta en tanto acontecimiento intramundano viene a signar la finitud de la existencia humana, ganando así un carácter político. 'Los monumentos a los caídos remiten a una línea de fuga hacia el futuro en el que se consolida la identidad a aquellas comunidades de acción en cuya mano está recordar monumentalmente a la muerte'.

			

				

				
Por otra parte, la práctica de enterrar en el mismo lugar a vencedores y vencidos desaparecerá después de la Segunda Guerra Mundial; la separación llegará al extremo con la exhumación de todos los estadounidenses caídos en suelo alemán. Esta tendencia a la separación de los caídos destaca que la enemistad, dice Koselleck, debe de proseguir más allá de la muerte, con el propósito de no desdibujar la identidad de la causa por la que se murió. 'La igualdad ante la muerte va a en retroceso a favor de una igualdad que garantice la homogeneidad nacional. Se trata de la homogeneidad de los vivos y de los supervivientes ante todo en cada uno de sus agrupamientos políticos'. 
			 
				 
				Koselleck, 'Monumentos a los caídos…', 89. 
			33 La utopía de los sobrevivientes (socialismo, nacionalismo) desdibuja la igualdad de la muerte. Sin embargo, es notable la igualación que se hace con respecto a las muertes de los soldados indistintamente de su rango. Se reconoce así el derecho de todos los caídos de estar inscriptos en el memorial, los cuales todavía siguen entretejidos con la tradición de los monumentos monárquicos, aunque éstos comienzan a ser transformados. Y a la vez que se iguala a todos aquellos caídos en la guerra, comienza a reconocerse el derecho a la tumba individual para cada caído. Otro punto de la extensión de la igualdad de la muerte lo constituyó el reconocimiento de que todo soldado merecía tener su propia tumba, lo que fue sancionado por el derecho internacional como el 'derecho individual de descansar en paz', derecho que no dejó de plantear problemas concretos al momento en que fue necesario enfrentarse a la identificación de los restos humanos. Ante esta situación se dieron dos soluciones: primero, convertir los sitios de muerte masiva, los lugares de enfrentamientos, en zonas de monumentos; segundo, levantar monumentos en los que se inscribieran los nombres de todos los caídos cuyos cuerpos no pudieron ser recuperados pero cuyos nombres no debían ser olvidados: 'su nombre les sobrevivirá por siempre'.

			Con respecto a los efectos de las dos guerras mundiales sobre la forma de los monumentos Koselleck va a plantear dos consideraciones. En lo que respecta a la Primera Guerra Mundial destaca el hecho de que los monumentos buscan compensar la impotencia de la muere por medio de un
La aniquilación no sólo de los muertos, sino también de los cadáveres por la guerra aérea, pero sobre todo en los campos de concentración alemanes, condujo a la renuncia del antiguo arsenal de formas de los monumentos a los caídos y a la victoria. Para las victimas que fueron condenadas a la ausencia de sentido [
Entre éstos se encuentran los monumentos no figurativos, como el memorial del campo de concentración y exterminio de Treblinka: no hay ninguna imagen humana, no se representa ningún cuerpo humano, ya que éstos han desaparecido.

			
				 
			

			Estos monumentos encuentran reducida su función política a plantear la pregunta por su significado, sin que de manera perceptible den una respuesta visual a la misma. Por otra parte, si bien se preserva formalmente el lenguaje de la resurrección, ya 'no se trata de una metáfora de la resurrección sino de una metáfora de esta metáfora'.

			

				

				Koselleck, 'Monumentos a los caídos…', 98.

			35 Esta metáfora en segundo grado apunta a la secularización del sentido de la muerte, lo absurdo de la misma no remite a ninguna
Koselleck señala por último que durante la guerra de Vietnam se produjo un antimemorial. Edward Kienholz creó una parodia al monumento de Arlington, construyó un ambiente común en donde es situado un memorial portátil. Cercano a éste hay una placa, sobre la cual, con tiza, se recuerda a los caídos de cada nueva guerra, por lo que el olvido de los muertos ya no se imputa al memorial sino a la memoria de los seres humanos que elude a los muertos. Para Koselleck se marca así una tendencia, que no es general ni universal, de representar la muerte como un interrogante, una demanda de sentido y no como un sentido ya dado. En estas representaciones persiste 'la identidad de los muertos consigo mismos, cuya dignidad a la erección de un monumento se sustrae a la donación de un sentido político'.

			

				

				
La investigación que Koselleck realiza lo lleva a afirmar que los monumentos europeos expresan un registro común visual de la modernidad, pero a la vez dan cuenta de una transformación visual de la experiencia, en la que se incluyen sensibilidades políticas y sociales. Estas transformaciones en la sensibilidad son tanto producto como acicate de la formación de los monumentos de guerra. La demanda de un sentido en términos políticos y sociales y la expresión visual encuentran su conexión en el lenguaje formal de los monumentos. Si tanto el lenguaje formal como el visual son afectados por la historia, cada uno lleva un ritmo de cambio propio. De esta asincronicidad entre modos de expresión resulta el que las identidades que los monumentos pretenden suscitar se desintegren 'en parte porque éstos eluden la capacidad de recepción sensual de formas, en parte porque las formas configuradas comienzan a hablar un lenguaje diferente al que previamente les había sido asignado'.

			

				

				
Hay razones históricas o tradicionales por las cuales los monumentos perduran más allá de las situaciones que les dieron nacimiento, lo que no obsta que su mensaje expresivo cambie. Koselleck sostiene que 'hay una diacronía de los monumentos a la victoria, cuya similitud formal se iba extendiendo por los países con las victorias itinerantes'.

			

				

				
La discusión de Koselleck sobre lo absurdo de la historia replantea el problema del sentido de la historia desarrollado por Karl Löwith. Ya en su prólogo a
Si la esencia y el sentido de la historia no pueden separarse filosóficamente de su interpretación teológica, ni de un esquema no menos escatológico de la filosofía de la historia especulativa, positivista y materialista de Hegel, Comte y Marx, ni de la existencia de la historia vulgar, ni tampoco de una historicidad propia, y menos aún de la hipóstasis del destino de la historia con un carácter universal de la existencia, entonces, no sólo se vuelven dudosas ésta o aquella interpretación de la historia, sino que puede dudarse del concepto de Mundo Histórico.

			

				

				

					
Löwith hace un repaso de las diversas interpretaciones que han buscado determinar el sentido de la historia, ya sea la teología, la escatología de las filosofías de la historia, de la historia misma como crónica, de la historicidad como tal, o de la historicidad reducida a existencia. Lo que termina por afirmar es que, si no es posible separar la esencia y el sentido de la historia de estas interpretaciones, entonces no es posible pensar en un Mundo Histórico.

			Koselleck vuelve a plantearse la pregunta de Löwith, la historia misma [
Quien le exige un sentido a la historia [
Mientras que el sinsentido como negación del sentido permanece vinculado a la posibilidad de dar sentido [
[Todo] habría podido suceder de modo diferente. Pero el hecho de que haya sucedido ya no es un problema del texto o de la exégesis del texto. La realidad ha sobrevenido tal como los hombres la han producido -producido en el sentido literal-; por ejemplo, el genocidio llevado a cabo de forma industrial. Esta historia es más fuerte que toda derivación o documentación textual
El estatuto del texto
Los monumentos de guerra que surgen de la Segunda Guerra Mundial, los monumentos del Holocausto señalan en particular precisamente esta difracción entre la interpretación lingüística que el memorial propone y la memoria estética que genera. Lo que sobrevive en este caso es la memoria estética del memorial, memoria que demanda, interroga sobre el sentido de la muerte, pero que ya no encuentra eco en los significados del
La historia como tarea científica es relevante en tanto es capaz de ofrecer herramientas analíticas para encontrar un 'orden racional en el caos de hallazgos históricos [...] La historia misma, una vez aceptado este vocablo cargado de ideología, es absurda [
Huyssen, Andreas. . México: Fondo de Cultura Económica, 2002.
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Ibidem.

			Ibidem.

			Koselleck afirma que a partir de la modernidad, la utopía deja de ser referida a un espacio para pasar a señalar un tiempo, el tiempo futuro. Con este cambio, la utopía se transforma además en una filosofía de la historia; se da una temporalización de la utopía la cual va unida a la acción y experiencia de movimientos que buscan conducir y/o acelerar el paso de la historia: socialismo, conservadurismo, liberalismo, comunismo y anarquismo.

			El término alemán para absurdo es sinnlosigkeit, el cual también puede traducirse como insensato, Koselleck remite a este vocablo para diferenciarlo de unsinn, sinsentido, el cual par él sigue siendo la contracara de sentido [sinn] y, por lo tanto, atrapado en un juego de reflejos que siguen operando en la lógica de institución de sentido en la historia y, por lo tanto, de la filosofía de la historia. La traducción de absurdo permite desligar el término de esta asociación, por lo que habilita a distinguirlo más fácilmente de sinsentido [unsinn], lo que es la intención de Koselleck, intención que el idioma alemán no le permite cumplir cabalmente, no así esta traducción. Como dice el adagio 'tradurre è tradire'.

			

					Huyssen, Andreas. . México: Fondo de Cultura Económica, 2002.Andreas Huyssen,
En el lenguaje alemán se utilizan dos términos diferentes, uno para hablar de historia acontecida o efectual [Geschichte] y otro para hablar de la historia narrada [Historie], diferencia que se puede realizar en español adjetivando el término historia.

			

					Oncina Coves, Faustino. “Memory, Iconolgy and Modernity: A Challenge for Conceptual History”. En Sebastián Fernández (ed.), , Santander: McGraw Hill/Cantabria University Press, 2011. Faustino Oncina, 'Memory, Iconolgy and Modernity: A Challenge for Conceptual History', en Sebastián Fernández (ed.),
Koselleck, al hablar de su experiencia del momento de la caída del III Reich el 8 de mayo de 1945, remite a 'la presencia sensible de la verdad', y a como ésta es menguada por la historia literal de la misma verdad: 'Hay experiencias que se desparraman sobre el cuerpo como masa de lava incandescente y se coagulan allí. Inconmoviblemente pueden volver a hacerse presentes desde entonces, en todo momento e inalterablemente. No muchas de esas experiencias pueden pasar a recuerdos, pero si es así, entonces se basan en su presencia sensible. El olor, el sabor, el ruido, el sentimiento y el campo visual, en suma, todos los sentidos, con placer o dolor, vuelven a despertarse y no necesitan de ningún trabajo de la memoria para ser y permanecer verdaderos […] Ciertamente, hay innumerables recuerdos que he contado y repetido a menudo, pero la presencia sensible de su verdad se ha desvanecido desde hace mucho tiempo. Son para mí sólo historias literarias, sólo puedo darles crédito escuchándome a mí mismo. Pero ya no puedo garantizar la certeza sensible […]. Hay experiencias que no son intercambiables ni comunicables'. Koselleck, en Oncina Coves, Faustino. “Koselleck y el giro iconológico de la historia conceptual”. , núm. 223 (abril-junio 2009): 71-81. Faustino Oncina, 'Koselleck y el giro iconológico de la historia conceptual'. Revista Anthropos, núm. 223 (abril-junio, 2009): 75.

			Koselleck, en Oncina, 'Memory, Iconolgy and Modernity…', 333.

			

					Rabotnikof, Nora. “Memorias intangibles”. En María Inés Mudrovcic y Nora Rabotnikof (ed.), , 182-204. México: UNAM/Siglo XXI, 2013.Nora Rabotnikof, 'Memorias intangibles', en María Inés Mudrovcic y Nora Rabotnikof (ed.),
Koselleck, en Oncina, 'Memory, Iconolgy and Modernity', 333.

			

					Koselleck, Reinhart. “Daumier and Death”. En , 265-284. Traducido por Todd Samuel Presner . Redwood City: Stanford University Press, 2002.Reinhart Koselleck, 'Daumier and Death', en

					Koselleck, Reinhart. “Introducción al Diccionario histórico de conceptos político-sociales básico en la lengua alemana”. , núm. 223 (abril-junio, 2009): 92-105. Reinhart, Koselleck, 'Introducción al Diccionario histórico de conceptos político-sociales básico en la lengua alemana',
Koselleck, 'Monumentos a los caídos', 67. El trabajo de Koselleck sobre los monumentos de guerra aparece tempranamente, en 1979, en
Koselleck, en Oncina, 'Memory, Iconolgy and Modernity', 314-315.

			Así titulaba precisamente Koselleck uno de sus trabajos sobre el culto político moderno a los muertos, 'Die Utopie des Überlebens, Der politische Totenkult der Neuezeit', en
Koselleck, 'Monumentos a los caídos…', 69.

			Koselleck, en Oncina, 'Memory, Iconolgy and Modernity', 314-315.

			En la parte final del artículo volveremos sobre la cuestión de lo absurdo en la historia, absurdo que refiere a la aniquilación sistemática de poblaciones civiles, su desaparición completa, cuerpos que ya ni siquiera están, población que abarca desde las víctimas de los campos de concentración hasta la población civil de las ciudades sometidas a bombardeos sistemáticos, como los de Londres o Dresde.

			Koselleck, 'Monumentos a los caídos…', 72.

			Böckh, en
Koselleck, 'Monumentos a los caídos…', 89.

			

					Koselleck, Reinhart. “Kriegerdenkmale als Identiätsstifungen der Überlebenden”. En Odo Marquard y Karlheinz Stierle (eds.), , 255-276. Munich: Fink Verlag, 1979.Koselleck, 'Kriegedenkmale als Identitätsstitfungen der Überlebenden', en Odo Marquard y Karlheinz Stierle,
Koselleck, 'Monumentos a los caídos…', 98.

			

					Löwith, Karl. . Buenos Aires: Sudamericana, 1974. Karl Löwith,

					Löwith, Karl. . Madrid: Visor, 1992.Karl Löwith,

					Koselleck, Reinhart. “Von Sinn und Unsinn der Geschichte”. En , Frankfurt am Main, Suhrkamp, 2010 [Traducido al español: Reinhart Koselleck, “Del sentido y el sinsentido de la historia”. En Madrid: Escolar y Mayo Editores, 2015.Reinhart Koselleck, 'Von Sinn und Unsinn der Geschichte', en

					Koselleck, Reinhart. “Histórica y Hermenéutica”. En R Reinhart Koselleck y Hans-Georg Gadamer, , ed. Faustino Oncina, Barcelona: Paidós, 1997. Reinhart Koselleck, 'Histórica y hermenéutica', en Reinhart Koselleck y Hans-Georg Gadamer,
Fichte, en
Koselleck, 'Histórica y hermenéutica', 88.